Literatura narrativa

de Miguel Ángel Yáñez Polo

Su relación con la literatura, se inicia en 1956, es decir contando 16 años. De aquel entonces se conserva uno de sus primeros relatos, titulado “El escondite” en donde se encuentran ya parte de los elementos que constituirán su narrativa futura. Siendo aún estudiante universitario, sería -junto al ensayista Pedro Montilla López- uno de los fundadores del TEU (Teatro Español Universitario) de la Facultad de Medicina, poniendo a punto varias obras de Jean Anouilh, Albert Camus y Luigi Pirandello. Tras unos años con gran dedicación al “teatro leído”, sería el escritor y crítico Ortiz de Lanzagorta una de las personas que más le animarían a tener presencia en el mundo literario de la narrativa. El contacto personal con Ernesto Sábato durante sus visitas a Sevilla, significaría una gran reflexión para él.

En 1973, aunque de forma muy individualista, se incorpora al fenómeno de la llamada y discutida “Narrativa Andaluza”. En 1975 terminará, después de tres años, su primera novela: “Stabat Mater”. La obra en sí, constituye parte de su tetralogía sobre la ciudad de Sevilla y, tal se ha escrito, fue concebida como un mágico fresco de la vida y de la muerte. Permaneció inédita un cuarto de siglo por circunstancias ajenas a la literatura, pese a haber sido la primera finalista de la primera edición del “Premio Andalucía de Novela, 1986”. En el 2002, tras muchas vicisitudes, fue publicada por la Editorial Nicolás Monardes, con prólogo de Carlos Muñiz Romero.

Quizás la mayor atención la haya reclamado su novela “Kant, amigo mío”. Formando parte también de la mencionada tetralogía, la obra obtuvo, en abril de 1983, el Primer Premio Blanco White de “Narrativa Andaluza”, publicándose en el Otoño de ese mismo año (Editorial Bea, Biblioteca de Ediciones Andaluzas. Sevilla, 1983). Acogida muy bien entre gran parte de la crítica y de otros escritores avanzados, la edición se precedió de una magnífica presentación introductiva escrita por Antonio Zoido bajo el título “La incómoda vanguardia”, situando la obra en la andaluza línea avant-garde muy creativa y valiente que brotara, desde los años veinte, con autores ya clásicos -casi todos ellos bien denostados en su momento- como Rafael Cansinos, Rafael Porlán, Luis Mosquera y Carlos Edmundo de Ory, entre otros.

La tercera novela editada de M.A. Yáñez Polo, fue “Jardín para viejos malsanos” (Editorial Dado, Sevilla 1984). Se trata de un friso narrativo en donde los tres personajes básicos -Vetulussy, Pathero y Tymbus: la vejez, la enfermedad y la muerte- destruyen profundamente al narrador en primera persona y que, en frase del escritor Hipólito González, se catapulta en los abismos “naufragando en la metafísica de la soledad”. Con “Canto del gallo, canto del tiempo”, que obtuvo el Premio San Lucas de Literatura 1991 (y editada por Nicolás Monardes ese mismo año) se completa la referencia de las cuatros novelas que del autor se han publicado hasta hoy. Está a punto de editarse “Entre la barahúnda” (tercera obra de su tetralogía sevillana) encontrándose ultimando “Refugium peccatorum” (cuarta de la tetrada). Igualmente se han editado diversos relatos suyos (“Transverberación de un intelectual calvo”, “El Tenebrario”, “No hay albero al amanecer”, “El cuento de la Carlota”…).

En 2004 la Sociedad Nicolás Monardes le publicó un ensayo en clave hispalense titulado De imago fuereis, del que es coautor junto a José Antonio Mesa García.

El 1 de junio de 2011, se presentó en el Colegio de Médicos de Sevilla, la que fue su última novela publicada en vida, “El Vizconde de la Alfalfa”, publicada por la Sociedad Nicolás Monardes y presentada por Don Carlos Muñiz Romero.

Stabat Mater

Stabat Mater

Novela. (1973). Editorial Nicolás Monardes. Sevilla, 2002. Primera novela de las integradas en la tetralogía del autor sobre Sevilla. Quedó primera finalista del Premio Andalucía (Espasa Calpe / Junta de Andalucía) de Novela en el año 1986. Primer premio en el I Certamen sobre Temas Sevillanos convocado por la fundación “Colegio de Médicos” de Sevilla. 141 páginas.

ISBN (10/13): 84-87497-24-1 / 978-84-87497-24-7

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Escrita entre 1973 a 1975, es la primera de la tetralogía sobre Sevilla. Quedó finalista de la primera edición del Premio Andalucía de Novela bajo el nombre de “Hiel de dragón”. El escritor y excepcional conocedor de la literatura andaluza, Carlos Muñiz Romero, en sus comentarios a la edición , afirma: A ese mundo narrativo mágico y andaluz, pertenecen el Grosso de “Guarnición de silla”, el Lanzagorta del “Discurso de las postrimerías”, casi todas las narraciones de Pérez Estrada, ciertos cuentos de Javier Smith, el Antonio Prieto de “Secretum” o “La armónica montaña” del granadino Antonio Enrique, etc, etc. En esa línea mágica, y como uno de sus más señeros representantes, hay que situar a Miguel Ángel Yáñez Polo. Porque como otros ilustres narradores ya citados, no utiliza su realismo mágico como evasión de la realidad, sino como un modo inteligente de criticar el doloroso mundo que les rodea. Situándose en la fecha que fue escrita, Muñiz comenta que …en esta novela primeriza, ya aparecían los prontos clarividentes, la magia, la denuncia social y la buena prosa de aquel joven que mostraba un texto que nadie quería publicar entonces, y fue una pena. A veces pienso que algunos “narraluces”, con sólo oír hablar a Lanzagorta de Miguel Ángel Yáñez y su novela oculta, nos sentíamos llamado a una renovación literaria. Ese fue mi caso en determinados momentos.

Rafael Pérez Estrada, habló de “Stabat Mater” como la conciencia de la nueva novela andaluza. En similar plano, B. Probst, refiriéndose a Marcelo, personaje principal de la obra empequeñecido ante una Sevilla destruida por completo, que nada puede hacer contra el destino irremisible del hombre antes y después de la muerte, considera que en toda la novela se hace un constante contrapunto entre la poética de la vida, analizándose los más dulces y tiernos sentimientos que pueda tener el hombre con la parte más negativa y horrible de la vida como es la desintegración corporal y todo lo que de mítico y enigmático conlleva el morir.

El escritor Manuel Prado Soltero, entroncando “Stabat Mater” con el resto de la narrativa publicada del autor, ha escrito que …sus escritos nunca podrán tener dos dimensiones: el mensaje del autor y la interpretación que de él haga el lector; sino tres, cuatro, infinitas dimensiones al intervenir en ellos sus personajes de forma activa, trascendiendo su limitación e incluso su propia muerte, para cambiar incesantemente la forma, la idea, el hilo de la narración; convirtiendo cada palabra en una bifurcación de futuros; cada frase en un poema hermético, donde se adivina en vez de conocer, se presiente en vez de comprender… envolviendo al lector, que ya nunca más -como el autor afirma de sí mismo- dejará de interesarle como suya, aún a cualquier precio, la muerte de los demás.

Kant, amigo mío

Novela (1979). Edit. BEA, Sevilla, 1983. Segunda novela de las integradas en la tetratología del autor sobre Sevilla. Premio Blanco-White de Narrativa Andaluza de Vanguardia en su edición de 1983.

ISBN: 978-84-300-9589-6

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Escrita en el intervalo 1979-1982, la novela obtuvo el Premio de Narrativa Andaluza de la Biblioteca de Ediciones Andaluzas en su primera edición del año de 1983. Muy bien acogida entre los escritores y crítica avanzada del momento -y enmudecida por cierto oficialismo y crítica poco dada a las vanguardias- la publicación estuvo precedida de un selecto comentario de Antonio Zoido sobre “La Incómoda Vanguardia” donde, para él, habría que insertar esta nueva novela de Miguel Ángel Yáñez. En el arranque de la presentación, Zoido proclama: Cuando todavía nadie ha reivindicado para Andalucía la narrativa de los años 20, quizás porque las corrientes oficiales siguen reflexionando sobre lejanas verdades y no se enteran de las que vengan por el Zacatín, la Feria o la Alameda, llega a su madurez otra nueva corriente que, como aquélla, deja de lado “qué” sucede en Andalucía y se adentra en los “finis terrae” de la interpretación del mundo que el Sur usa para media la vida, los sentimientos y los sueños. En un recordatorio a vuelapluma Zoido comenta cómo los nombres de grandes escritores andaluces y vanguardistas han sufrido la denostación y el olvido. Entre ellos Rafael Cansinos, Rafael Porlán, Luis Mosquera, el mismo Villalón, en parte Antonio Prieto, Carlos Edmundo de Ory e incluso Aquilino Duque con su “Tiresias”. En algunos casos, el tedio de una crítica huera contribuiría a “depurar resposabilidades vanguardistas”. Así, Cansinos terminaría de traductor. Porlán murió tuberculoso y arruinado y con todo su maravilloso surrealismo silenciado. Y Mosquera hubo de abandonar la literatura para ser funcionario y poder comer. Pero el fluir de nombres en la incomodidad de la avant-garde ha continuado dando nombres importantes como Rafael Pérez Estrada, Ortiz de Lanzagorta, Paco Pérez Gómez, Paco Izquierdo, Antonio Enrique y, ahora, Miguel Ángel Yáñez. Zoido, introduciendo una distorsión temporal en la que supone que Blanco White llega a conocer la novela referida, escribe: Después de leer  la última página de “Kant, amigo mío”, ya anciano y tan lleno de dudas como siempre, decidió reinventar un nuevo mundo y un hombre nuevo… (…)…Porque había comprendido -así lo hizo saber a don Emmanuel, de vuelta a Könisberg desde Sevilla- que sólo es vanguardia aquella que descubre que cada sol naciente no es sino dorada corona en la sienes de la próxima calavera.

Kant amigo mío, es una novela importante dentro de la narrativa sevillana del último cuarto de siglo XX. Ortiz de Lanzagorta la consideró como novela capital, estimando que contenía abundante material onírico reordenado por el escritor creativa y vigilmente. En el tiempo es la segunda obra de la tetratología hispalense. Para el autor del “Discurso de las postrimerías”, Kant…es una novela apocalíptica donde se pone de manifiesto que el autor no acepta compromisos con nada ni con nadie, y que ”todo, absolutamente todo es permisible en la novelística actual.”

Jardín para viejos malsanos

Novela (1982-1983). Editorial Dado. Sevilla, 1984.

ISBN: 978-84-398-0749-0

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Novela corta escrita entre 1982 y 1983, fue publicada en 1984.  Considerada como “obra escrita sin tapujos y con honestidad”, en el sentir crítico puede explicar no pocas claves del pensamiento del autor. El escritor Hipólito González, en sus “Bodas químicas para una presentación inane”, analiza esta obra, anotando: Miguel Ángel Yáñez Polo me ha robado noches enteras con los folios de esa metafísica de la soledad, sus aquelarres moleculares y esa desesperada hipocondría que te va arrancando tiras de piel en cada línea, en cada palabra. Leer “Jardín para viejos malsanos” ha sido encontrarme de pronto disminuido, incompleto, sumamente hormiga, intentar escapar de una descarga de ametralladoras que vomitan silencios diciéndome en los tímpanos lo superficial e inútil de multitud de movimientos, los ojos vacíos de la muerte y la macabra estupidez de respirar día tras día los mismos interrogantes y las ningunas soluciones. Considera que la obra es el pulso de un existencialismo desesperado que desemboca en conclusiones desesperadas y feroces, en el enfrentamiento con una realidad de apisonadoras y tentáculos donde el protagonista (yo lo he visto) está completamente aislado, naufragando en una ´metafísica de la soledad´ que lo arrastra irremisiblemente a una pregunta final, detonación de una anatomía reventada, de las vísceras insostenibles de lo inane de la existencia.

 Por su parte, Rafael Pérez Estrada, que ilustró la portada de la primera edición, en 1984, del “Jardín para viejos malsanos” con uno de sus magníficos dibujos, mitad surrealistas, mitad metafísicos, quiso titular a su imagen como “El degustador del fruto primigenio para ancianos virtuosos”. Con ello, el genial escritor malagueño, quiso poner de relieve la exquisita y refinada maldad que supone el existir un probador de las aniquilaciones engendradas, ni más ni menos, que por los tres abyectos personajes destructivos de la novela como Vetolussy, Pathero y Tymbus, en realidad y en el simbolismo escondido en “El Jardín…”, la vejez, la enfermedad y la muerte.

Canto del Gallo, Canto del Tiempo

Novela (1989-1990). Editorial Nicolás Monardes. Sevilla, 1991. Premio San Lucas de Literatura 1991. 79 páginas.

ISBN(10/13): 84-87497-01-2 / 978-84-87497-01-8

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Escrita ente 1989 y 1990, se trata de una asombrosa historia en donde el destino del hombre late con una irremediable fuerza. Todo ser humano guarda para sí parte de sus misterios del vivir. Incluso para quienes más cerca se hallen de él, el hombre será siempre  algo inexplorado. En la novela surgirá, de fondo, la desesperada filosofía del “qué más da” ante la imposibilidad de conocer a quien se tiene al lado. Lo que subyace en este paisaje es la incertidumbre que, como un torrente oculto, donde casi no pueden delimitarse el amor, la amistad, la traición y la propia muerte.

Canto del gallo, canto del tiempo, es una obra que se inscribe en la preocupación metafísica y existencial del escritor. A través de la dualidad del personaje de María /Martín Granier, quien narra la historia va desgranando un misterio en el que se ve envuelto por circunstancias de la vida. A la postre, acabará aceptando que el hombre que muere da un salto a lo oscuro de su inconsciencia y entra en caminos y vericuetos imprecisos y borrosos que producen un terror insoportable. Como se ha señalado por la crítica, el final de la narración está revestido de de la “belleza de lo irremediable”. Hay un lamento durísimo cargado de profundidad y expresado en clave de un ritmo de prosa muy hermoso. En su monólogo final,  el narrador dice: La gran excusa del hombre. Pero una noche del tiempo conoció la amargura al oír cantar al gallo. Fue, entonces, la naturaleza escudo y baluarte para vivir el engaño, para profesar su oficio de traficante de misterios. Tuvo, cuando conmigo sintió el peso de Sevilla, la ocasión de haber gritado cualquier amanecer que nada le importaba el revés del mundo, pero no fue así. Él sólo quiso ser un vulgar traficante de misterios, un furtivo caminante en la gran caída, un pobre hombre que había vivido para olvidar aquel triste día que cantó el gallo entre nosotros. Siempre hubo profesionales del canto del gallo, del canto del tiempo.

José León Castro. Notas para la biografía de un humanista sevillano

Biografía. Ed. Universidad de Sevilla. Nº 42. Sevilla, 1983. Primeras notas sobre la vida del humanista sevillano. 111 páginas.

ISBN: 84-7405-250-5

José León Castro. Biografía

Biografía. Editorial Real Academia de Medicina de Sevilla. Sevilla, 2003. Vida y obra del insigne humanista sevillano. 157 páginas.

ISBN: 978-84-7405-250-3

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La huella más profunda de una personalidad como la de José León Castro (1913-1973), hay que buscarla, ante todo, en el contexto histórico de los grandes humanistas sevillanos. Pertenece por derecho propio a ese reducido grupo de intelectuales que partiendo del pensamiento hipocrático se reforzarán, históricamente, desde Nicolás Monardes hasta figuras portentosas como Javer Lasso de la Vega. Como sucediera con ellos, también en León Castro se dará la superposición del arte clínico más puro y universal, junto al humanismo más holístico de la época que le tocó vivir.

El libro analiza la síntesis concluyente del que fuera inolvidable catedrático de Patología y Clínica Médicas en Sevilla desde 1955 hasta su muerte en 1973. En este sentido, representa el quehacer internístico recogido directamente de escuelas tan señeras y decisivas como la de Misael Bañuelos -vía Juan Andreu Urra, uno de sus grandes maestros- y las alemanas de Viktor von Weizsäecker y Gustav von Bergmann. Dotado de unas cualidades oratorias excepcionales, de una capacidad docente asombrosa, desde su cátedra desarrollará una verdadera forma de pensar, ver y actúar en el ámbito del klinós, que le conducirá a crear su propia escuela.

De otra parte, se aborda su forma de pensar en relación con diferentes problemas existenciales. Perteneciente a lo que Sopeña Boncompte denominó “generación antifaústica” -la que nunca vendería su alma al diablo- las sombras del recuerdo del gran internista sobrevive en el análisis de sus inéditos Cuadernos de notas recogidos en su permanencia en la Universidad de Santander durante varios cursos impartidos por Embdem, Mayerhoff, Pittaluga, Xavier Zubiri, Jacques Maritain y Ortega y Gasset. Muchas de estas observaciones ofrecen las claves de lo que habrá de ser la propia visión del clínico sevillano sobre el mundo contemporáneo y del papel del ser humano y su sociedad, en fin, de su pensamiento sobre el lugar del “enfermar del ser” y de su encaramiento con la muerte y la trascendencia.

El libro de Miguel Ángel Yáñez Polo, uno de sus discípulos entrañables, es un reconocimiento de lo que ha representado y representa para la ciudad de todos los tiempos, una de las figuras hispalenses más excelsas de su vocación epistemológica universal.

De Hispalensis Imago Funeris

Ensayo. Libro del que Miguel Ángel Yáñez Polo es coautor junto a Jose Antonio Mesa García. Colección Monardes/bolsillo nº 6. Ed. Monardes. Sevilla, 2004. 110 páginas.

ISBN: 84-87497-27-6 / 978-84-87497-27-8

 

Entre la barahúnda

Novela (1984-2002). Tercera novela de la tetralogía del autor sobre Sevilla. Incluye prólogo del narrador peruano Luis Enrique Tord.

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Prólogo del libro, por Luis Enrique Tord, para la primera edición de la novela de Miguel Á. Yáñez Polo.

“MIGUEL ANGEL YAÑEZ POLO O LA ALQUIMIA IMAGINAL”

“Todo, absolutamente todo es permisible en la novelística actual”. ¡Qué soberbia divisa! Y bajo ella ha entrado Miguel Ángel Yánez Polo en el campo de batalla de la vida -que en su caso es el del arte – con un espléndido precedente: lo ha alumbrado Sevilla.
Permítaseme explicarme. Escribo estas líneas desde el otro lado del mundo, -que a veces es como decir desde el otro mundo-, y por tanto las imágenes que he retenido de mis visitas a ella se han convertido en sueños, sueños depurados del incómodo peso de la materia, y por tanto se han ido transformando en aquello que revela la esencia de las cosas que, siendo lo más refinado de la realidad, se acerca a lo inmutable. Cuento por tanto con una ventaja que facilita una amplia licencia ultraliteraria: como desafortunadamente no vivo en Sevilla, la sueño. Por ello he pedido explicarme.
¿Explicar qué? Explicar la perplejidad en que me ha sumido la obra de nuestro autor en la que veo reflejada en un sinnúmero de espejos una Sevilla multiplicada en las imágenes que guardaba mi memoria y que, de pronto, vibran al llamado de una voz que transmite una experiencia de siglos, experiencia aflorada en estas paginas en que personajes variopintos discurren por tiempos disímiles, espacios vistos y supuestos, tabernas claroscuras, callejas semiperdidas, caudalosos ríos, templos vetustos, criptas que sepultan interrogantes, patios silenciosos, personajes estos que efectúan con notable naturalidad apariciones y desapariciones, como en una extraña procesión de la que se escuchan murmullos, y en que los rezos de los flagelantes, la sonrisa del burlón, los opacos susurros de las beatas, las ojeras del escéptico trasnochador, la fatigada mirada del estoico, el paso cansino del académico se confunden en tráfago incesante, en un pasar de esta vida a la otra, del sueño a la vigilia, de la sombra al sol, de lo dicho a lo no dicho, con una fluidez pasmosa. Es decir, Yánez Polo, más que acercarnos a la realidad, nos acerca a la Realidad. O como él quisiera fotográficamente que dijéramos: nos la retrata.
Su divisa el autor la ha honrado, radicalmente, en su “tetralogía” sevillana: Stabat Mater, Kant, amigo mío, Refugium Peccatorum y Entre la barahúnda. Constituye ella un rico registro de varios lustros de la que, curiosamente, los títulos que la componen se han ido publicando muchos años después de escritos, sin obedecer al orden en que van dispuestos. Por cierto, su lectura suscita diversas consideraciones. Pero quiero dejar señalada la noble genealogía de la creatividad del autor que tiene que ver con los más audaces vanguardistas sevillanos del siglo XX -tan acertadamente recordados por Antonio Zoido-, como con el surrealismo europeo, el cine italiano de postguerra -y pienso particularmente en Federico Fellini-, con el Álvaro Cunqueiro de la “materia” de Bretaña –pienso en Crónicas del Sochantre-, con una vasta cultura científica y con estímulos que el mismo Yánez Polo subraya haber recibido del escritor argentino Ernesto Sábato y de José Luis Ortiz de Lanzagorta.
Como es evidente, en nuestro autor lo onírico ocupa un lugar capital. Y si bien en sus obras anteriores los viajes por el mundo transracional son frecuentes, en este título, Entre la barahúnda, se convierte en su atmósfera permanente. Transgrede así el escritor andaluz, con decisión, tiempos y espacios, volúmenes y equilibrios, prudencias y razonamientos, tirando por la borda la cuadriculación de la “realidad” a la que nos pretenden sujetar los hechizos propietarios del orden y el buen sentido. Y tanto que admira que estos libros los escriba un hombre maduro, que ha visto mucho mundo, pero que tiene el espíritu juvenil y revolucionario de un Rimbaud. ¿Y de donde le vienen tamaña vitalidad? De dónde va a ser si no de ese tesoro latino que aún guarda Sevilla: el instinto de la vida como reinvención permanente.
Reinvención perpetua. En efecto. Lo leemos en grandes místicos sufíes ( me remito a Muhyi-d-din Ibn ´Arabi, de Murcia, por ejemplo), que algunos de ellos fueron vecinos de Sevilla: la imaginación es la suprema facultad divina. No con otra potencia se creó el cosmos. ¡Hay que tener imaginación para inventar lo que Dios ha creado! Y voy más allá: todo lo que “imaginamos”, hasta lo que no tocan nuestros sentidos, es real. Dicho de otra forma: Ya todo está donde está. No pensamos ni imaginamos nada que ya no exista. Lo que hacemos nosotros, modestos mortales, y lo que hacen los escritores, proféticamente, es revelarlo. En ello reside la magia del arte. Es por ello que tiene en sí una capacidad salvífica. Nos rescata, por ejemplo, de las ingenuas, obtusas y tediosas doctrinas positivistas con su pedante autosuficiencia cuyo desastre ha poblado de cementerios el siglo XX. Y suscitado fantasmas individualistas movidos como marionetas por los hilos de la televisión, la propaganda y las encuestadoras asesoradas por la quinta esencia de la disciplina urgadora del “subconciente”: la psicología de masas. Y los escritores libran asimismo a los lectores de la depresión en que ha sumido a lo humano la manía racionalista de fragmentar la realidad extraviándonos de la contemplación de su espléndida unidad. Es así que el mago-artista nos ayuda a ponernos a prudente distancia del patético aprendiz de brujo que es el bárbaro especializado contemporáneo manipulador de poderes que le estallan a cada rato entre las manos. ¡Si le estallaran a él sólo! Pero no. ¡Contaminan con sus peligrosos manoseos a la humanidad toda!
Es así que los treinta y tres episodios de Entre la barahúnda –escrita entre 1984 y 2002-, dedicada a ese grande y sencillo metafísico que es san Juan de la Cruz, nos hace sonreír con personajes bizarros como Abdul “el Moro”, el recuerdo del jesuita alemán Atanasio Kirchner, la condesa de Villarán, el Vizconde de la Alfalfa, la monja alférez, Gómez de Briz, el notable Pablo de Olavide, y los fantasmales ambientes del cementerio de la Alfalfa, el Refugium Peccatorum, el Club de los Racionales, la cámara oscura de Kirchner, la pensión de doña Antonia y el anfiteatro anatómico de la Puerta Real. Y en el fondo, en el transfondo de los recuerdos del corazón la leve presencia de la vaporosa, cuanto misteriosa, Elisa.
La obra de Yánez Polo, como todo aporte valioso, constituye así un mundo en sí mismo. Y no hablo sólo de la obra literaria, sino de la obra total. Y hay que destacarlo bien, pues en un humanista todas, absolutamente todas sus actividades vitales e intelectuales se hallan inextricablemente entrelazadas. Y no cabe con él el prurito de la especialización entendida como penetrar en un sólo espacio con descuido de lo demás. De ello se concluiría, a lo más, una modesta monografía, y no el tratado verdaderamente dilucidador. Es por ello que la lectura de estos cuatro títulos es un privilegiado ingreso al observatorio del autor, observatorio edificado a lo largo de una vida de estudio, de sensibilidad, de perspicaz profundización, de libérrima poesía. Y quiero señalar respecto de esta última que ella es, en mi consideración, música. La poesía, la prosa, es música. Para ser escritor hay que tener oído. Y en el caso de Yánez su oído le permite crear composiciones para instrumentos solistas, obras de cámara y, en casos, auténticas orquestaciones. Como que su tetralogía sevillana es una sinfonía en cuatro movimientos. No llama por ello la atención de que posea Yánez Polo estudios de solfeo y de piano en el Conservatorio Hispalense.
Se está cumpliendo por estas fechas, además, un cuarto de siglo en que nuestro autor ha ido pergeñado un notable testimonio literario que tiene, entre otros méritos, haber sido forjado en condiciones nada fáciles pues Sevilla es una ciudad no sólo singularmente bella -que es título mayor-, sino preñada de tan rica historia que es hazaña épica situarla en la modernidad, hazaña lograda a través del talento de artistas que, como Yánez Polo, han logrado aunar literatura, ciencia y fotografía, tres manifestaciones emblemáticas de lo contemporáneo. Para un hispanoamericano, para un escritor limeño, esta prosa modernamente andaluza, audazmente sevillana, es un aporte precioso que profundiza y perfecciona la comprensión y el amor por esa urbe mágica que ha acunado a grandes herederos de su pasado que han sabido redescubrirla a través de la vigilia y el sueño del tercer milenio. Hay que saludar por ello en Miguel Ángel Yánez Polo a uno de los gonfaloneros del rescate de lo permanente, y a un dominador de un rico lenguaje castizo que le permite atrapar la fogosidad y las exigencias de una imaginación apasionada por asir la totalidad, es decir, lo imposible. En suma, un escritor de raza, un artista rebelde, del linaje de aquel caballero de la Mancha que logró para la humanidad, una vez más, la invención de un mundo.
Luis Enrique Tord
Lima (Perú)

V. M. Casajús, introductor de la litografía y el daguerrotipo en Sevilla

Biografía de Vicente Mamerto Casajús, introductor de la litografía y daguerrotipo en Sevilla en 1838. Incluye reproducción de las 13 primeras litografías hechas en Sevilla. Edita SHFE (Sociedad de Historia de Fotografía Española). Sevilla, 1987

ISBN: 978-84-398-9641-8

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Ensayo en clave universal del fenómeno de la muerte a nivel popular. Incluye: “Discurso sobre la filosofía sevillana en torno a la muerte”, “Por el Paseo de la Desgracia”, “La Recta Dolorosa”, “Breve manual para suicidas”, “Por rincones luctuosos” y “Visita a las momias de siempre”.

Primer premio en el I Certamen sobre Temas Sevillanos convocado por la fundación “Colegio de Médicos” de Sevilla.

El Vizconde de la Alfalfa

Novela. Editorial Sociedad Nicolás Monardes. Sevilla, 2011. 245 páginas.

ISBN: 978-84-87497-32-2

Siete Relatos (No hay Albero al Amanecer)

Relato corto. Editorial Sociedad Nicolás Monardes. Sevilla, 1989. 99 páginas.
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Riviere

Primer libro editado por la Sociedad “Nicolás Monardes”, de médicos humanistas. Presentado el 13 de enero de 1989 por el psiquiatra y profesor de Literatura en la Universidad de Sevilla Esteban Torre, en el Colegio Oficial de Médicos de Sevilla. Enlace noticia de la presentación en Diario ABC de Sevilla

La obra recoge 7 relatos cortos de 7 médicos sevillanos, con ilustraciones de Antonio Riviere:

La Rusalka, de José Manuel Laffón.

La Rueda de la Fortuna, de Antonio Riviere Mantrana.

Justo ¡Presente!, de Antonio Hermosilla Molina.

No hay Albero al Amanecer, de Miguel Ángel Yáñez Polo.

Muerte a Hora Fija, de Manuel Prado Soltero.

La Plataforma, de Vicente Rus Herrera.

Cuento-Realidad para Leer despacio al Calor del Brasero, de Antonio Guerra.

Otras publicaciones

Prólogos e introducciones de publicaciones de otros autores

Prólogo para el poemario “BARKARI”

De J.L. Ortiz de Lanzagorta. Editorial Dado. Sevilla, 1984

Introducción a la novela “Un hombre y su esqueleto”

De M. Fernández y González. Editorial Eausa. Sevilla, 1985.

Prólogo al poemario “Sonata…”

De Manuel Prado Soltero. Editorial Nicolás Monardes. Sevilla, 199

Prólogo a la biografía “Javier Lasso de la Vega”

Prólogo a la biografía “Antonio Marsella y Sierra, último cirujano romántico de Sevilla”

De Eloy Domínguez-Rodiño. Editorial Nicolás Monardes. Sevilla, 1997. Escrito en Enero de 1997, tiene más de relato que de prólogo, poseyendo un lenguaje muy cuidado.

Prólogo a la biografía “Antonio Marsella y Sierra, último cirujano romántico de Sevilla”

Reproducción de texto editado en 1997:

“En un jardín de cristal, sentados sobre alhamíes de recuerdos, conocí a Eloy hace algo más de un lustro. Fue en su sanvicentina casa donde un común y querido amigo, Márquez de Castro, conviniera un primer encuentro. Oíamos la espera en su despacho cando le vimos entrar. Venía de vuelta, lleno de ilusiones y temores, en plena travesía de las aguas de su vida. Una larga conversación me reconfirmó su gigantesca humanidad y mayor humanismo. Descendiente de eminentes médicos, conocedor del trivium y del cuadrivium de la hispalense historia, escritor de pulcro estilo, historiador de la medicina sevillana, prestigioso galeno, vicepresidente de la Real Academia, vigía de la cultura secular, Eloy Domínguez-Rodiño y Domínguez-Adame es, además, un excepcional conversador, el más ameno, ingenioso, culto, sagaz y espontáneo interlocutor que vive hoy en Híspalis. Dialoga con la sencillez del sabio, revestido de una finura y corrección exquisitas, salpicando de anecdotario histórico sus pausadas palabras. Su figura representa, indiscutiblemente,, un hito dentro de los recovecos históricos que alcatifan señeras figuras de la ciudad. Su espíritu delicuescente de amigo químicamente puro, su humanidad para todos aquellos a los que llevó y sigue haciendo el bálsamo vulnerario de su calidez presencial y el consuelo de su inolvidable palabra y ciencia, forman parte inseparable de quienes le hemos tratado.

La biografía de Antonio Marsella es obra impresionante.

A través de sus páginas. con el telón de fondo de la mutación de los cirujanos romancistas –néctar de las alhamías de los maestros barberos- a cirujanos científicos, emerge la portentosa figura de quien la historia depararía ser el primer catedrático de Patología Externa y Operaciones que en 1840 tuviera la Facultad de Medicina sevillana. Cesado años más tarde de su cátedra, ligado gloriosamente a la figura de don Federico Rubio y a la Escuela Libre de Medicina, Eloy talla ante nuestros ojos una vida llena de perfiles románticos, no faltando la ensoñadora anécdota del éxito profesional que tuvo Marsella al amputarle el brazo derecho, gangrenado por el mordisco de un seise, al intrigante canónigo de la catedral don Genaro Guillén Calomarde, sobrino del Ministro de la bofetada histórica. Cuenta el autor que el clérigo y posible delator de las actividades carlistas del cardenal Cienfuegos, le propinó un bofetón al cantarino niño quien, iracundo, mordió con todo su veneno al eclesial brazo. La descripción y análisis de los días de gloria y ocaso del eminente cirujano es magnífica. El capítulo de la muerte, hija del suicidio, e sobrecogedor. La negritud de la depresión, el disparo que se hizo en su finca de Benaburque mientras paseaba con su mujer aquel trágico 28 de noviembre de 1874, sus últimas palabras ´Manuela, me he matado´, su entierro, la insólita anotación de su párroco (“no tuvo auxilios espirituales”), en fin, toda aquella terrorífica historia de un final tan romántico y triste como el de Antonio Susillo, forman inseparable corpus de esta magnífica biografía.

Entre los pliegues de estas páginas se arropa mucha alma del propio autor. No en balde le conocimos en el jardín de cristal en donde se dice que aún viven los grandes hipocratianos que asentáronse en la ciudad de Sevilla: desde Nicolás Monardes, hasta Lasso de la Vega, pasando por Federico Rubio, Antonio Salado y Antonio Marsella. No me traiciona la memoria si aseguro que de aquellas iniciáticas conversaciones conozco al Dr. Marsella. Muy poco tiempo después, estando cerca de la cale Estrella, donde viviera, he sentido las fúnebre notas de diez cantores y seis músicos. Doy fe que no hacían otro menester que acompañar el cadáver del histórico cirujano para que se disolviera eternamente, bajo el nítrico de la tierra, en su nueva morada de la calle de San Teodomiro nº 13 del cementerio de San Fernando. Mientras tanto, como siempre, Sevilla dormía.”

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